martes, 27 de julio de 2010

Paradoja social: La policía rescata ladrones y las personas usan violencia para buscar paz




Me parece muy raro ver como se pueden cambiar los papeles. Normalmente son los policías quienes persiguen y atrapan ladrones. Pero ahora último he visto en las noticias que los policías están salvando a ladrones. ¿De qué los salvan?... De la justicia por mano propia.

Es impresionante ver como la gente empujada por la desesperación, producida por la inalcanzable seguridad en nuestro país, son capaces de convertirse en algo peor de lo que se quejan.

No quiero criticar, ni alabar cualquier gestión. Solo quiero jugar un poco con esa imagen, con la simbología del asunto. Un policía salvando a un ladrón o supuesto ladrón y Personas luchando por la paz a travez de la violencia.

A pesar de que tal vez esta vez el sujeto sí haya sido pillo o no, a los policías les tocó salvarlo de la gente. Ese es otro punto que hay que tocar en este tipo de casos. ¿Y que tal si la gente se confunde? Si el que atraparon no era el ladrón sino un civil inocente envuelto en este remolino de personas enfurecidas. Por que en ese tipo de acontecimientos no se realiza ninguna investigación previa. Lo único que necesitan es alguien que les diga quien fue y salen en busca de él como quien busca venganza y cree ver el rostro de su enemigo en cualquier persona. Eso es algo que me causa intriga. Porque puede suceder, se pueden confundir, todo es tan informal en esos casos, que es factible. Yo no soy juez no investigador pero por los datos se pueden ver que este no es el caso, sin embargo ese es un punto importante.

Por otro lado esta el lado de la justicia y la seguridad en el Ecuador. Las personas están desesperadas saben que la justicia aquí casi inexistente. Entonces se terminan convirtiendo ellos en los veedores de su seguridad. Terminan matando gente en pos de la paz. Terminan convirtiéndose en eso en contra lo que luchan. Son capaces de matar en nombre de su propio bienestar. Pero eso los convierte en asesinos. Que un sujeto sea ladrón, no lo hace menos persona. Que sea ladrón no limpia de culpa a sus asesinos. Es comprensible la desesperación que sienten algunas comunidades. Y al final de cuenta ellos no tienen la culpa, este tipo de eventos son tan solo un fenómeno social producido en respuesta a la inseguridad que estamos viviendo actualmente en el país.

Y el ladrón es solo un objeto. Un saco de arena al que se golpea solo para sacarse esa rabia, esa impotencia que se siente al saber que aquí la justicia no funciona. Pero él (el ladrón) no es el objeto principal de estas historias, es tan solo un protagonista secundario, es un indicio de una realidad más importante. Algo anda mal en el sistema judicial del país. En general algo anda mal.

Todo en este tipo de casos de ajusticiamiento fuera de ley es paradójico. Los Policías salvan ladrones. La gente mata para que se acabe la violencia.

Las personas no tienen la culpa. Son humanos y se dejan llevar por sus emociones. Los Policías no tienen la culpa (aunque en parte algo también la tienen). El ladrón no tiene la culpa. El error viene de más arriba. Alguien o algunos están haciendo mal su trabajo o simplemente no les importa. El problema es a nivel teórico, de ideas, de cuestiones abstractas. No se va a solucionar con más policías, no se va a solucionar con gente matando ladrones. Se va a solucionar cuando exista un verdadero cambio en las personas que tienen el poder, cuando les nazca un verdadero interés por sacar a este país adelante. Pero eso lamentablemente es esperar mucho, es una falsa esperanza. Porque nadie puede obligar a nadie a ser mejor. Y de un día a otro no se les va a presentar un ángel y les va a decir: Cambien. Estamos a la deriva, en un barco capitaneados por piratas de parche en el ojo, pierna de madera y una calavera en la bandera.

Mientras los policías tendrán que seguir salvando a delincuentes de manos de gente enfurecida que busca hacer justicia por mano propia capaces de convertirse en crueles asesinos con tal de sentir algo de seguridad. Pero esto ese sentimiento es momentáneo. Es una forma de desfogar la impotencia de no poder hacer nada para mejorar la seguridad del país. Es un alivio aparente. Pero el verdadero origen de este problema proviene del fuego que lanza por la boca un monstruo de ocho cabezas que le cortas una pero tiene otras o, como las colas de las lagartijas, les cortas la cabeza y le vuelve a crecer.

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